La coliflor es una hortaliza cuyo uso está extendido por todo el mundo. De la planta se ingiere la flor que forma una pella.
Se conoce con el nombre común de Coliflor, Coliflores, Minicoliflores, pero su nombre científico o latino es Brassica oleracea var. botrytis. Pertenece a la familia de las Crucíferas, entre las que también se encuentran el brécol, el nabo, el berro y el rábano.
Se cree que los tipos cultivados de Brassica oleracea se originaron a partir de un único progenitor. Este fue llevado desde las costas atlánticas hasta el Mediterráneo. De esta forma, aunque la evolución y selección de los distintos tipos cultivados tuvo lugar en el Mediterráneo oriental, la especie a partir de la cual derivaron sería B. oleracea y no las especies silvestres mediterráneas.
En un principio el cultivo de la coliflor se concentró en la península italiana, expandiéndose al resto de la cuenca mediterránea durante el imperio romano. Durante el siglo XVI su cultivo se extendió en Francia, y apareció en Inglaterra en 1586. En el siglo XVII, su cultivo ya estaba generalizado en toda Europa. Finalmente, durante el siglo XIX su cultivo se extendió a todo el mundo.
Independientemente si la vamos a consumir cruda o cocinada, la coliflor precisa de cierta preparación para ser utilizada:
La coliflor es un vegetal de estación fría y es más difícil de cultivar que otros miembros de su misma familia. Por lo que la encontraremos preferentemente en otoño e invierno. Las coliflores son algo más sensibles al frío que el brócoli, ya que aceptan mal las bajas temperaturas (0ºC), afectándole negativamente las altas temperaturas (>26ºC). De esta forma la temperatura óptima para su desarrollo oscila entre 15.5-21.5ºC.
El mejor ejemplar de coliflor es aquel que tiene una pella firme y compacta de color blanco a blanco-cremoso (si esa variedad es blanca) rodeadas por una corona de hojas verdes, turgentes y bien cortadas. Otros índices de calidad son el tamaño, la ausencia de amarillamiento debido a la exposición al sol, la ausencia de defectos debidos al manejo y pudriciones y la ausencia de granulosidades.
Para que se llegue a ingerir la coliflor en correctas condiciones sensoriales, es preciso no conservarla durante más de 3 semanas. Deben almacenarse en refrigeración, a unos 0ºC dentro de envases de plástico perforados.
La coliflor es una hortaliza con un valor energético bajo, que supone aproximadamente 25 kcal/100g. Como es habitual en las hortalizas, el componente mayoritario de la coliflor es el agua, que puede llegar al 92%. Su contenido en hidratos de carbono es escaso (3,1%), siendo destacable su contenido en fibra (2,1%). Contiene proteínas en un 2,2% y cantidades inapreciables de grasa.
Minerales: de su contenido mineral destacaremos el potasio por ser el que se encuentra en mayor proporción. Pero además podemos citar otros minerales que se encuentran en cantidades muy importantes, casi tanto como el potasio, y que son vitales para el correcto funcionamiento del organismo: hierro, magnesio, calcio, cinc y fósforo. No sólo la coliflor contiene minerales de gran importancia, sino que apenas es perceptible el sodio en su composición.
Vitaminas: en cuanto al aporte de vitaminas, destaca el elevado contenido de vitamina C sobre el resto de componentes vitamínicos. Pero además, en esta hortaliza tienen gran importancia los folatos. Vamos a encontrarnos cantidades significativas de vitaminas B1, B2, niacina y B6, no habiendo vitamina A y E.
Como hemos dicho anteriormente, el uso de la coliflor está extendido por todo el mundo, siendo conocida, además, por ciertos efectos beneficiosos sobre la salud de los que destacamos:
Para disfrutar de la coliflor te presentamos algunas de nuestras recetas favoritas como la coliflor tres delicias, la coliflor rebozada o la ensalada italiana de coliflor.